Aunque aún permanecen operativos algunos lagares, a la espera de pequeñas cantidades de uva en proceso de asoleo, podemos decir que la vendimia está prácticamente concluida en nuestras Denominaciones de Origen. Las 32 bodegas de elaboración inscritas en el Consejo Regulador en la presente campaña han recibido finalmente –y a la espera del cierre definitivo– algo más de 53,4 millones de kilos de uva, lo que representa una cantidad un 6,8% inferior a los 57,3 millones del año pasado. Hay que recordar que la de 2019 fue también una vendimia corta, con una media de menos de 8.400 kilos por hectárea, muy lejos de los 10.500 kilos que son la producción media en los viñedos del Marco. A falta del cierre definitivo, y con una superficie inscrita estable con respecto al año precedente (7.142 hectáreas), todo indica que la producción media de los viñedos en producción no va a llegar en la vendimia que ahora termina ni a los 8.000 kilos por hectárea.
Las razones de esta baja producción hay que buscarlas obviamente en las condiciones meteorológicas que han presidido el año agrícola, con un otoño y un invierno muy seco, a excepción de algunos temporales cortos en el período navideño. En total, la pluviosidad ha rondado los 500 litros por metro cuadrado a lo largo del año agrícola, muy por debajo de los 600 habituales. Las temperaturas suaves registradas en febrero provocaron un adelanto de la brotación, con los consiguientes riesgos para las yemas incipientes si volvían los fríos antes del fin del invierno. Hasta principios de primavera no llegaron las lluvias, que fueron muy abundantes; ello hizo modificar las perspectivas negativas que auguraban la prolongada sequía, pero tuvo un impacto muy significativo sobre el propio ciclo de la planta. Los viticultores tuvieron que emplearse a fondo ante los riesgos de oidio y mildiu, enfermedades que se ven muy favorecidas por estas condiciones meteorológicas.
Ya en el verano hemos tenido un mes de julio extraordinariamente caluroso, lo que contribuyó a mantener el adelanto sobre las fechas habituales. En todo caso, la tónica general era de estados muy disparejos en el fruto, a veces incluso dentro de la misma finca. Finalmente, el 5 de agosto comenzó a cosecharse el palomino para elaboración de vinos protegidos. Curiosamente el pago de Macharnudo fue el que dio el pistoletazo de salida a la vendimia de Jerez, cuando habitualmente son otros pagos más al interior, como Gibalbín, los primeros en cosecharse.
Si las perspectivas en esos momentos eran de una cosecha similar o incluso superior a la de 2019, a medida que se materializaba la vendimia se confirmaba una producción inferior. Las temperaturas más suaves de agosto han determinado graduaciones no demasiado altas, especialmente en las localidades costeras, donde además la aparición de brotes puntuales de botrytis ha terminado de complicar la situación. En el lado positivo hay que mencionar que, a pesar de las circunstancias especiales de este año como consecuencia de la pandemia del Coronavirus, las medidas adoptadas por viticultores y bodegas han determinado que no se haya reportado ningún caso de contagio ni en el personal agrícola ni en el de los lagares.
En definitiva, concluye una campaña complicada para el Marco de Jerez y ya está el mosto fermentando en las bodegas de elaboración a la espera de su paso, a partir de enero, a las bodegas de crianza.
Jerez, 11 de septiembre de 2020